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TODO SOBRE EL TABACO

POR: GUSTAVO ERNESTO MORIS

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Tabaco mezclado
Rueda de un cigarro
Cigarros frescos
Edificios de colores

Después de una larga jornada de trabajo, después de un almuerzo o para celebrar un nuevo negocio, siempre está el reconfortante puro o habano premium sin importar la edad, si se es experto o principiante. Es una experiencia que por lo menos una vez en la vida todos podemos disfrutar ejerciendo nuestra libertad de escoger. Los puros y habanos están hechos solo de tabaco. Tabaco puro sin adulterar. Ni una sola hoja es tratada químicamente o alterada artificialmente. El sabor y el color se logran por medios naturales y eso es parte de su belleza inherente.

Tal vez solo la miel de abejas se pueda comparar en el mundo. Pocos productos consumibles son tan naturales. Los sabores perceptibles, dulces o picantes, son de origen natural. Los diversos tonos atractivos de marrón se logran a través de un proceso orgánico libre de tintes o aceleradores de maduración. No hay conservantes para aumentar la vida útil ni edulcorantes, artificiales o naturales. Tales aditivos y productos químicos son el dominio de los cigarrillos y los cigarros, que se producen en masa por miles de millones.

Hecho a mano el habano o puro perfecto es producto de una habilidad artesanal con 500 años de historia. Mezclar hojas de tabaco es arte y ciencia. Hay que entender a la hoja, ya que el tabaco sigue vivo con el pasar de los años y sigue absorbiendo humedad y cualquier aroma o esencia del ambiente. Como con cualquier producto hecho a mano, no hay dos habanos o puros premium que sean exactamente iguales. Los puros o habanos más finos son expresiones sinceras de la naturaleza del fabricante y del suelo en el que se cultivó el tabaco.

Una pequeña semilla del tamaño de la cabeza de un alfiler de costura, plantada con mayor frecuencia en una bandeja y cultivada en un invernadero. Dos meses después las plántulas tienen 15 centímetros de altura y se trasplantan a los campos donde pueden florecer. Alcanza los 2 metros de altura, sus hojas son lanceoladas, alternas de hasta 70 cm de longitud y 22 cm de ancho, de color verde pálido. Seis meses después las hojas se retiran a mano, se cosechan y se cuelgan en un granero de curado para que se sequen y se vuelvan marrones.

El tabaco curado se lleva a una instalación, se desempaqueta y se acumula en pilas del tamaño de un palet para su fermentación. Cuando se completa la fermentación, la pila de tabaco se separa y se coloca en rejillas de cuerda de fique, de secado para que se ventile. Se empaca y guarda para envejecer lentamente. Después de dos años, el tabaco envejecido se desempaqueta nuevamente, se rehidrata en una sala de nebulización especial y se clasifica por color.

En este proceso se purifica cada vez más, disminuye su concentración de nicotina y alquitrán en más de un 80% frente a un cigarrillo común. La nicotina llega ser menor al 1.5%. También presenta un filtrado similar a la quelación, dónde se eliminan metales pesados y electrolitos que afectan el sabor. El sabor amargo disminuye y aparecen ciertas tonalidades que emulan al sabor del maní o al chocolate.

A las hojas de la envoltura externa se les retira la vena central gruesa de la hoja. Para el relleno se elimina parte del tallo a mano, dejando el resto intacto. Sigue la laminación donde las proporciones precisas de tabaco envejecido son pasadas por los rodillos de madera. El torcedor lleva su montón de hojas de regreso a su mesa rodante y recrea el habano o puro de acuerdo con la mezcla única del fabricante, agrupando y rodando cada uno a mano.

La mezcla está formulada con proporciones exactas de tabacos muy específicos. Una vez terminados se clasifican por la consistencia del color y luego se envían a la sala de envejecimiento. Finalmente, se anudan, se encajonan y se envían.

La fermentación es común para los productores de vino y licores, definida como un proceso que convierte los azúcares de la materia orgánica en alcohol, a menudo con el uso de levadura. En la industria del tabaco, se trata más de una fermentación microbiana, una que descompone la hoja orgánicamente mediante el uso de agua potable, presión, tiempo y oxígeno. No se produce alcohol en la fermentación del tabaco, pero el proceso libera calor a medida que cambia la composición química y los rasgos físicos de la hoja a través de la humedad y la oxidación.

Una vez que el tabaco se ha curado en un granero, las hojas se disponen en grandes montones conocidos como pilones. Lo único que se agrega es agua potable. El peso de las pilas produce presión, mientras que la descomposición enzimática y microbiana produce el calor. Las pilas se verifican diariamente y se controla la temperatura. Cuando la temperatura interna de estos pilones supera los 22 grados centígrados, la pila de tabaco se desmonta, se gira a mano y se vuelve a ensamblar minuciosamente. Entre 18 y 22 grados permiten una fermentación óptima.

Un tabaco mal fermentado huele a amoniaco y un habano mal añejado evoca aromas de cítricos. Tanto la hoja como el habano o puro siguen madurando toda la vida, por lo tanto, el control de la humedad y temperatura son obligatorios. Las hojas de tabaco envejecen después de la fermentación. Durante el envejecimiento, las hojas se empaquetan en paquetes apretados llamados pacas donde sufren una descomposición lenta y constante de los carotenoides o pigmentos orgánicos. El envejecimiento da brillo ayudando a eliminar las notas verdes del tabaco.

Si el habano o puro evoca aromas de pasto recién cortado o frijol verde, está mal envejecido. Si el humo evoca olor a almendras, pasas y azahar, ha envejecido adecuadamente. Pero hay un envejecimiento terciario, y eso lo hace el consumidor. Una vez que el puro o habano está empacado y enviado a las tiendas, un consumidor puede desear envejecer los puros o habanos aún más. Similar al envejecimiento del vino, este proceso ayuda a disipar aún más la acidez en el tabaco y permite que su personalidad más suave y matizada aparezca.

El envejecimiento excesivo puede provocar la pérdida de sabor y cuerpo, haciendo que el puro o habano tenga un sabor plano y polvoriento como a servilleta o papel higiénico. Envejecer un puro o habano malo y agrio no lo mejora. Simplemente lo hará amargo y viejo. Un puro o habano se compone de tres partes principales: relleno, aglutinante y envoltura. Los tres forman un sistema para fumar y el sistema único forma un organismo singular llamado habano o puro.

Al relleno se le llama la tripa, que es el contenido del puro propiamente dicho. El capote es la envoltura de la tripa o aglutinante. La envoltura es llamada la capa y es la hoja más exterior del puro, la fachada y presentación del habano. La capa es el componente más costoso por peso, ya que estas hojas de tabaco deben tener un aspecto prístino emulando la apariencia del cuero fino tratado de becerro. Si la hoja es demasiado venosa, de textura áspera o tiene imperfecciones no sirve como envoltura.

El capote se puede considerar una hoja de envoltura que no pasó la selección para ser envoltura. La combustión del capote es crítica, ya que un aglutinante de buena combustión a menudo ayuda a que la tripa se queme de manera más uniforme, especialmente si el relleno contiene más tabacos aceitosos que no se queman fácilmente.

El relleno o tripa es donde el fabricante de puro o habanos puede ser más creativo, ya que puede usar varios tipos diferentes de tabaco de varios países y varias preparaciones diferentes de tabaco para obtener el sabor, la fuerza y la complejidad deseados. Al igual que con el envoltorio y el aglutinante, estos son tabacos de relleno largo que se colocan en su lugar para quemarlos lentamente pero que ofrecen una excelente experiencia gustativa y aromática.

La buena construcción es clave y nunca debe ser marginada. Un habano o puro que no se hace correctamente no se quema correctamente, lo que afecta drásticamente el sabor y el nivel de disfrute, sin importar cuán buenas sean las materias primas. Los habanos o puros a mano no vienen listos para fumar. Se debe cortar la cabeza y prepararlo antes de la primera bocanada. Hay un ligero cono en la cabeza del puro o habano, llamado hombro. No se debe cortar debajo de la línea del hombro.

Para torpedos y piramidas, que se reducen drásticamente hasta cierto punto, no se debe cortar tanto la cabeza. Está ahí tanto por razones funcionales como estéticas, para que quepa más cómodamente en la boca y se vea bien. Son más difíciles de hacer. Cortar demasiado derrota todo el propósito, tanto práctica como artísticamente. No cortar lo suficiente puede provocar una extracción fuerte y una acumulación de alquitrán en la cabeza que rezuma en la boca, algo que cualquier fumador sensato desea evitar.

La iluminación se debe hacer con delicadeza, de forma similar a como se puede tostar un malvavisco, con un contacto directo mínimo. Demasiado contacto directo de la llama con el tabaco y su puro o habano podría terminar sabiendo a carbón puro. Siempre es mejor encender en condiciones de poco viento. El riesgo es aún mayor con los potentes encendedores de tipo soplete que pueden llegar a 1400 grados centígrados frente a los 240 grados de un fósforo o 1800 de un encendedor de bolsillo.

No inhalar con demasiada frecuencia. Filosóficamente, un puro o habano se trata de disfrutar y saborear el momento. Fumar rápido va en contra de la intuición de este sentimiento y puede volverlo amargo y toca desechar el puro o habano. Un habano o puro se disfruta con dos cosas: tiempo y plata. Un puro o habano perfectamente construido está hecho para quemar lento impartiendo sabor en una progresión constante. Un puro o habano de 12 centímetros de largo debe durar al menos 45 minutos. Inhalar cada 30 segundos a un minuto es apropiado.

Inhalar con poca frecuencia apaga el puro o habano. Encender constantemente un puro o habano apagado introduce sabores desagradables de carbón, vapores sulfúricos, azufre y amargor. A veces, los fumadores desean una estimulación intensa del paladar junto con sabores intensos, de la misma manera que un bebedor de café quiere un fuerte trago de expreso o un bebedor de vino quiere un cabernet con alto contenido de alcohol. Estas son las hojas más oscuras y gruesas de la planta de tabaco, así como las más aceitosas y ricas debido a su exposición directa al sol.

En 1776 la Corona española monopolizó el comercio de la hoja. Los altos impuestos que exigía el gobierno hicieron que la tabacalera Manuela Beltrán diera el famoso grito comunero en 1781. En 1833, el monopolio republicano exportó los primeros cargamentos de 5000 libras a Europa, en 1850 se reportaron 1.4 millones de libras y en 1857 los holandeses compraron a Colombia 16 millones de libras, convirtiendo a Colombia en el mayor productor de tabaco del mundo.

Durante el reinado de Juan III, en el siglo XVI, el tabaco fue empleado en Portugal contra la sarna, dolores de muelas, jaquecas, en lavados y como cicatrizante gracias al embajador francés en Portugal, Jean Nicot de Villemain. En su honor Linneo introduce la denominación de nicotina en su clasificación de Botánica. Este lo introdujo en su forma aspirada o rapé y la popularizó al curar a Catalina de Médicis, esposa de Enrique II, de migrañas, por lo que se le denominó hierba de la reina.

El cultivo de este producto se concentra básicamente en los departamentos de Boyacá, Caldas, Cesar, Huila, Nariño, Norte de Santander, Quindío, Valle del Cauca y Santander con cerca del 50% de la producción de tabaco negro. El tabaco rubio tipo Burley se produce en Santander. El tipo Cubita se empezó a cultivar en la Costa Atlántica hacia 1870, con variedades traídas de Cuba y sus cultivos se distinguen en los departamentos de Sucre, Bolívar y Magdalena.

Actualmente se usa el jugo de las hojas es utilizado para contrarrestar los problemas neurálgicos. A nivel digestivo: Es recomendado para los tratamientos de parásitos intestinales, así como la ocasionada por los oxiuros y áscaris por sus propiedades paraticidas y antihelmínticas o en contra de vermes, helmintos o lombrices. Acción analgésica: contra el dolor de cabeza y de oídos, las hojas se ponen en las sienes y en la frente; y humedecidas, en cono, contra el de oídos. Los emplastos con las hojas son aconsejables para las contusiones, golpes e incluso en tratamientos para el reumatismo. A nivel dermatológico: como pediculicida y acaricida en el tratamiento de la pediculosis capitis o piojos y de la escabiosis o sarna.

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